De acuerdo con el World Economic Forum, el éxito de las Fintech -emprendimientos tecnológicos que sirven al sector financiero- está basado en cinco factores: accesibilidad, que tiene que ver con las diversas fuentes de datos que usan para estudiar a un potencial cliente; la democratización del segmento, que no es otra cosa que la bancarización de poblaciones a las que la banca tradicional no llega; precios accesibles y métodos de pago flexibles; ponderación del cliente como su principal stakeholder; y la velocidad con la que operan.
Y pese a lo fuerte del fenómeno, las Fintech han dejado de ser calificadas como el enemigo de la banca tradicional para convertirse en su aliado y en el origen de la transformación de su modelo de negocio. Una muestra de ello es que muchas de las grandes empresas del sector están invirtiendo en programas para incentivar a que estas startups trabajen con ellos y les sirvan para atacar segmentos de mercado específicos.
¿Por qué? Porque las Fintech llegaron para ofrecer servicios diferenciales, que están siendo demandados por nuevos clientes. Ellas supieron acomodarse de forma más rápida a usuarios que no quieren desplazarse a una oficina física para ser atendidos, sino que prefieren servicios financieros online; que desean una reducción en los trámites obligatorios para la aprobación de un producto bancario; que necesitan un banco asequible desde su dispositivo móvil, que entienda sus gustos validando su información con las redes sociales; y que finalmente pueda generar para ellos productos ‘a la medida’.
Su éxito se dio gracias a que pudieron aprovechar de manera más rápida la cantidad de data que estaba siendo producida por los movimientos y preferencias bancarias de los clientes. Emplearon la analítica de datos para crear soluciones que se ajustaran a los diferentes segmentos de mercado y que mitigaran necesidades puntuales. Además, encontraron en ese mismo análisis, la manera más acertada de lanzar nuevos productos, crecer, y mejorar la atención y satisfacción del cliente.
Y es que el fenómeno no se puede desconocer en términos de operatividad, ni en factores numéricos. De hecho, el reporte anual bancario de 2016 de McKinsey, ‘A Brave New World for Global Banking’, logró establecer que el costo operacional de las Fintech es dos veces menor al de un banco tradicional y que su costo de adquisición por cliente llega a ser 22 veces menor. Adicionalmente, un informe del Banco Interamericano de Desarrollo y Finnovista identificó que en América Latina, en 2017, ya existen varias Fintech generando inmersiones disruptivas en su mercado: 230 en Brasil, 180 en México, 84 en Colombia, 72 en Argentina, 65 en Chile, 16 en Perú, 13 en Ecuador, 12 en Uruguay y 31 distribuidas en otros países.
Sin embargo, pese al crecimiento de la tendencia, a diferencia de lo que se dio en otros sectores. La transformación en el sector bancario debe manejarse con precaución debido a las regulaciones específicas, los recursos, la data que se maneja y el gran impacto que podría generar de cara a los ciudadanos y las finanzas públicas un proceso mal hecho.
Por esa razón, los bancos, conscientes de la necesidad de innovación han venido trabajando en ese frente. ¿Cómo lo están haciendo? Con servicios de ofertas georeferenciadas, con un portafolio de productos a la medida, con tarjetas de crédito con beneficios adicionales de acuerdo a los gustos de clientes, con mejores experiencias en oficinas, con atención omnicanal, con la creación de nuevos productos que cuentan con una alta aceptación en el mercado, con la reducción de tiempos de trámites y agilidad en las aprobaciones, entre otros.
Con la proliferación de los datos y clientes bancarios cada vez más inmersos en el mundo móvil y de tecnología, las Fintech se convierten en un aliado para la banca; y para ambos (bancos y startups), la analítica será fundamental en la consecución de sus objetivos.