Las organizaciones de salud, los gobiernos y la población en general siguen concentrando sus esfuerzos en reducir la velocidad de propagación del COVID-19. Las medidas de prevención implementadas en todo el mundo, como el confinamiento y el distanciamiento social, han contribuido a ralentizarla. No obstante, continúan reportándose altos índices de infección en diferentes regiones del planeta.
Mientras no exista una vacuna, el reto radica en identificar a las personas contagiadas, con síntomas o sin ellos, y rastrear con el mayor detalle posible a las personas con las que han tenido contacto (familiares, colegas, amigos), los lugares dónde ha estado (tiendas, oficinas, escuelas), incluso los medios que ha utilizado para desplazarse (aviones, taxi, Uber, bicicletas, autobuses) a fin de conocer el posible desplazamiento del virus. Sin duda, esta tarea es abrumadora y demanda una coordinación perfectamente orquestada entre autoridades sanitarias, gubernamentales y los propios pacientes.
En este contexto, el rastreo de contactos (contact tracing) aprovecha los avances tecnológicos para reducir la diseminación de enfermedades altamente contagiosas como COVID-19, puede identificar rápidamente a la gente que ha estado en contacto con una persona infectada a fin de tomar acciones inmediatas y proceder a su aislamiento o iniciar el tratamiento adecuado.
El rastreo de contactos se ha utilizado por décadas para contener brotes de enfermedades como el Ébola, el SARS y el sarampión, entre otras. Al ser soportado por tecnologías como la visualización de datos y la analítica, es capaz de generar insights sobre la ubicación de contactos y datos de salud públicos que permiten establecer vínculos, localizar a los individuos a los que se les deben aplicar pruebas, así como identificar espacios, lugares y regiones donde se disemina el virus y alertar a las comunidades en las que existe un mayor riesgo.
A partir de una entrevista exhaustiva con el paciente, cuyo diagnóstico haya sido confirmado como positivo, el personal médico reúne la información pertinente sobre él y su estado de salud, además de identificar a las personas con quienes ha tenido interacción -incluyendo la mayor cantidad de datos de contacto-, los lugares a los que ha viajado (dirección y duración), y los momentos en que estuvo en un lugar determinado.
Con esta investigación, las instituciones de salud pueden rastrear a las personas y brindarles orientación sobre el riesgo de contagio y las acciones adecuadas que deben llevar a cabo, como hacerse pruebas, buscar ayuda médica y ponerse en cuarentena.
Este proceso se fundamenta en el análisis de vínculos entre pacientes, red de contactos y lugares para conformar diagramas que faciliten la búsqueda, y es potenciado por soluciones analíticas como las de SAS que combinan la construcción interactiva de redes, la generación de entidades y el análisis de contactos. En conjunto, permiten identificar proactivamente a las personas en riesgo y que podrían convertirse en importante transmisores.
Específicamente, el enfoque de SAS está conformado por tres componentes clave:
- Base de datos para el rastreo de contactos. Un sistema optimizado en el que se concentran los datos para su análisis y se utilizan métodos de identificación para consolidar distintos registros del mismo individuo. Este repositorio establece y visualiza los vínculos entre pacientes, contactos y lugares.
- Enriquecimiento con fuentes externas. La rapidez para establecer vínculos de mejor calidad acelera la identificación de los contactos. De este modo es posible, por ejemplo, considerar listas de pasajeros en un vuelo, turnos de empleados, la ubicación de teléfonos móviles, pagos realizados con tarjetas y otras fuentes.
- Alertas inteligentes. Los profesionales de la salud pública pueden comunicarse con los contactos de un paciente específico y alertarles sobre un posible riesgo. El nivel de personalización permite darles instrucciones para acudir a hacerse una prueba, qué cuidados seguir y el tiempo de cuarentena que deben cumplir.
En la coyuntura actual, SAS aprovecha la experiencia e insights que ha obtenido de aprovechar el rastreo de contactos en otras pandemias igualmente amenazantes en el pasado, hoy SAS actúa como un agente de investigación que cuenta con la inteligencia analítica para hacer un seguimiento bastante puntual del movimiento de personas y del propio virus, y lograr así controlar la pandemia usando todo el poder de la tecnología para aplanar la curva de contagios.
Asimismo, puede acelerar el retorno a las actividades productivas y contribuir de manera importante a la reactivación de la economía global.