La devastación que provocó la crisis financiera de hace una década, que alcanzó a las principales economías del mundo y contagió al resto, dio origen a modificaciones y actualizaciones en las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF). En particular, me centraré en la NIIF 9 (o IFRS 9, International Financial Reporting Standards), cuyo objetivo general es clasificar y medir los activos y pasivos financieros, redefinir los requerimientos para las coberturas contables, y medir el deterioro crediticio de los instrumentos del balance de las entidades.
IFRS 9 entró en vigor en diversos países el primer día de enero de 2018. No obstante, hay estados que la han postergado, entre los que se encuentra México en algunos sectores. En el caso mexicano, esta prórroga obedeció a la necesidad de hacer una interpretación y adecuación al marco legal local, sumado a las propias experiencias que se han observado. La fecha última conocida para la aplicación de IFRS 9 es el 1 de enero de 2020.
Así que, su cumplimiento es ineludible para las instituciones que se rigen a través de estas normas o estándares y que operan en el país. La versión del país de deterioro por riesgo crediticio está siguiendo dos vertientes: un método estándar, que combina las reglas actuales y ciertas directrices de esta NIIF, y un enfoque interno, en el que se hacen interpretaciones sobre los principios que sostienen esta regulación internacional, y generar posteriormente criterios propios.
Debido a estas apreciaciones, las organizaciones financieras deberían trabajar estrechamente tanto con sus consultores como con sus auditores. Los primeros asesorarían en entender y desarrollar estos principios y criterios a seguir mientras que los segundos harían una revisión exhaustiva y validarían tales lineamientos. Por tanto, los cálculos, reglas, procesos y alcance de responsabilidades para conquistar el cumplimiento requerido, y permitir medir la rentabilidad de las unidades de negocio y los productos bajo estos nuevos términos.
Desafortunadamente no siempre se sigue esta lógica. Ha trascendido en otros países que ya han pasado por este proceso que el auditor entra tarde a la ecuación y no coincide con las interpretaciones y/o desarrollos del consultor, obligando a hacer cambios importantes, generar gastos adicionales, todo contra reloj. De ahí que, la coordinación y comunicación entre las partes mencionadas sea vital desde el principio.
Otros detonadores potenciales
Una encuesta del Foro Económico Mundial sobre los riesgos globales de mayor impacto y probabilidad de generarse en los próximos diez años, revela que las organizaciones están previendo menores riesgos globales por causas económicas, en comparación con otros orígenes, como son fenómenos climatológicos extremos, desastres naturales, ataques informáticos y fraude, entre otros.
Esta tendencia es un indicativo de cómo se han preparado los bancos y las aseguradoras ante una crisis monetaria importante, pero al mismo tiempo, las medidas que deben tomar ante eventuales situaciones que pudieran tener un impacto importante en su entorno y, por tanto, en sus negocios.
El terremoto que afectó al centro de México en 2017, las inundaciones que dejó el huracán Willa en Sinaloa (un estado tradicionalmente agrícola), los recientes ciberataques, los cambios en la política y los propios en términos sociales, son eventos que repercutirán directamente en el comportamiento en sus carteras.
La naturaleza de NIIF 9, fundamentada en principios, faculta a las entidades a generar escenarios sobre las potenciales realidades que podría experimentar su entorno para hacer las previsiones pertinentes y disponerlas en los resultados de la organización, y con ello crear una mayor resiliencia en estas instituciones, así como un manejo más proactivo del negocio en función de dicha percepción del futuro.
En este sentido, los escenarios citados deberían ser complementados para hacer los diferentes análisis y estrategias consistentes con esas percepciones y criterios. Dentro de estos análisis estarían considerados, por ejemplo, las pruebas de resistencia que contempla al calculo de índice de capitalización y la capacidad de liquidez, así como la gestión de activos y pasivos que, en sentido más amplio, además de reconocer el estado financiero y de riesgos de las líneas de negocio, permitiría establecer precios de productos, definirlos y los parámetros de adquisición y manejo mínimos, además de medir el desempeño de los negocios, entre otros.
Este tipo de análisis tiene la virtud de que, además de su cumplimento regulatorio, encamina a la entidad a aprovechar los procesos, cálculos, reglas, escenarios, responsables y la misma cultura de negocio a través de sus riesgos para tomar decisiones orquestadas, mejor documentadas, oportunas y robustas para alcanzar sus objetivos empresariales.
En este contexto, SAS colabora con el sector financiero ofreciendo la tecnología para satisfacer sus requerimientos en áreas de gestión, integración y gobierno de datos, analítica y reporteo, desarrollo e implementación de modelos, predicción y planeación de capital, así como motores de cálculo de riesgos y econométricos.
Asimismo, establece las bases para que el negocio trabaje de forma coordinada con consultores y auditores, quienes tendrán un panorama más objetivo para adecuar IFRS 9 a la realidad del entorno en México.
SAS establece las bases para que el negocio trabaje de forma coordinada con consultores y auditores, quienes tendrán un panorama más objetivo para adecuar IFRS 9 a la realidad del entorno en México. Click To Tweet