No son solo las referencias que podemos extraer de las biografías de Einstein, da Vinci o Edison, a lo largo de la historia y desde los remotos tiempos de Arquímedes hasta los más recientes de personas como Stephanie Kwolek, la curiosidad ha estado en el corazón del progreso humano.
Hasta hace un tiempo, la historia estuvo asociando la curiosidad con la ciencia (hace parte del proceso científico empleado para hacer descubrimientos o llegar a los grandes inventos de la humanidad) y con el arte (es una de las fases previas que habilita los procesos de inspiración y creación). Esto no ha cambiado, pero en las épocas recientes también hemos comprobado que la curiosidad ha estado relacionándose también con el mundo empresarial.
Y es que no cabe duda de que la curiosidad es hoy por hoy el camino más efectivo para llegar a la innovación. Y que a través de las preguntas correctas es que los líderes empresariales pueden hallar las respuestas adecuadas para hacer avanzar sus organizaciones.
¿Cómo podemos ayudar a detener la deforestación del Amazonas desde nuestro sofá? ¿Cómo la pasión por las estadísticas se puede convertir en la gran oportunidad de un niño para alcanzar las grandes ligas? ¿Cómo una sola labor puede influir en la vida de millones de personas? Preguntas de todo tipo y para toda clase de desafíos son las que se pueden plantear en la actualidad gracias a las grandes cantidades de información con las que contamos y a la analítica que nos permite encontrar respuestas por medio de su procesamiento y aprovechamiento.
Atravesamos tiempos de turbulencia, con frecuencia los retos diarios no nos dejan ver lo importante y hay muchas preguntas que nos podemos hacer. Pero hoy más que nunca contamos con la posibilidad de tener las respuestas extrayendo inteligencia de los datos: tan solo debemos recordar que cuando la curiosidad alcanza su máxima potencia, el mundo avanza más rápido.
