Los seres humanos aprendemos todo el tiempo. Desde el momento en que nacemos, tomamos información de nuestro entorno, la asimilamos y la utilizamos a nuestro favor para sobrevivir y prosperar.
Por ejemplo, aprendemos a leer uniendo letras y palabras, formando oraciones y entendiendo un texto. Gracias a las conexiones neuronales somos capaces de razonar para generar el conocimiento que nos ayudará a entender y resolver problemas de la vida cotidiana. En otras palabras, desarrollamos nuestra inteligencia.
Este proceso cognitivo se ha llevado a las máquinas desde la mitad del siglo pasado: la Inteligencia Artificial (IA) hace posible que los sistemas de cómputo aprendan a partir de la experiencia y realicen tareas de forma similar a como las hacen los humanos. Desde computadoras que controlan el sistema de alcantarillado de una ciudad para prevenir inundaciones, hasta vehículos autónomos y asistentes personales digitales como Siri, Cortana y Alexa, basan su funcionamiento en el aprendizaje profundo (Deep Learning) y el procesamiento del lenguaje natural (Natural Language Processing).
Hoy en día, la IA y el Machine Learning se están incorporando de forma más natural a la vida cotidiana de la gente y las operaciones de las empresas. Los robots que aparecen en las películas de Hollywood se están desmitificando; la Inteligencia Artificial está evolucionando para brindar innumerables beneficios a todos los sectores productivos (salud, retail, manufactura, ciudades inteligentes, etc.).
Detengámonos por un momento y miremos a nuestro alrededor para reconocer la verdadera importancia de la IA y como ha ido ganando terreno. ¿En dónde puede ser utilizada? ¿Qué la hace posible? ¿Es una aplicación o producto que se compra como cualquier otro? ¿Cómo permite que las máquinas aprendan y utilicen la lógica? ¿Realmente es tan exacta?
En primera instancia, es a través de los datos que la IA automatiza el aprendizaje y el descubrimiento de forma repetitiva. Esto es, la IA es capaz de realizar tareas de cómputo frecuentes de forma confiable y sin fatiga en la búsqueda del mejor resultado, pero, al menos por ahora, la inteligencia humana sigue siendo vital para configurar el sistema y hacer las preguntas indicadas que serán resueltas mediante el uso de la IA.
De esta forma, por solo mencionar un ejemplo, la IA, a través de redes neuronales integradas por múltiples capas, analiza una enorme cantidad de datos para entrenar a los modelos de aprendizaje y con la experiencia se van creando y reforzando las conexiones para aprender. En otras palabras: cuantos más datos se integren al análisis, más precisos se vuelven los resultados.
Una de las principales características de la IA es que encuentra la estructura y las tendencias en los datos, de modo que los algoritmos de aprendizaje progresivos se convierten en el medio que le enseña a una máquina a jugar ajedrez o a un… Click To TweetA medida que la IA madura, su exactitud alcanza nuevos niveles, debido en gran parte al uso de redes neuronales profundas (basta ver la forma en que Google Search o Alexa mejoran su funcionamiento a medida que se les utiliza de forma continua). Esta precisión repercute positivamente en áreas como la medicina para, por ejemplo, clasificar imágenes y detectar tejidos cancerosos en imágenes por resonancia magnética.
Finalmente, la inteligencia artificial no está disponible como un producto en una caja y no es una aplicación que pueda descargarse. Ésta se añade a un conjunto de soluciones de software ya existentes, como se añadió Siri a la nueva generación de productos de Apple, y funciona combinando grandes cantidades de datos con mayor capacidad de procesamiento y algoritmos inteligentes.
Es software que puede “razonar” lo que recibe, pero su funcionamiento depende totalmente de lo que los humanos quieran que aprenda, y ellos serán los que amplíen sus límites y alcances para su propio beneficio.