La inteligencia artificial (IA) es un avance tecnológico que sigue creciendo y que se perfila como una metodología para agilizar todo tipo de procesos, ayudando a la recopilación y el reconocimiento de datos y a la predicción de comportamientos hasta convertirse en una solución a necesidades inmediatas. Por eso se sustenta en procesos de analítica.
En el presente existen aparatos electrónicos dotados de inteligencia artificial, los cuales logran reconocer voces y actúan de acuerdo a ordenamientos hechos por las personas. Productos como SIRI o Alexa se han convertido en accesorios indispensables para el día a día de muchos.
Sin embargo, los avances tecnológicos apuntan a desarrollos que no solamente logren el reconocimiento de la voz, sino de las emociones a través del aprendizaje de diversos tipos de tonalidades, en los que se pueda reflejar el estado de ánimo. De igual forma, la tecnología apunta hacia sistemas que logren reconocer gestos y en ellos las emociones que representan, de esta manera los datos arrojados por el usuario del sistema, no solo estarán cargados de unos y ceros sino de la información emocional dependiente del contexto y la situación del individuo que interactúa con algún dispositivo dotado con IA.
Todo esto es posible mediante el aprendizaje automático de la IA, que también ofrece alternativas de renovación a medida del uso de los mismos dispositivos. Estos sistemas de IA pueden convertirse en una metodología útil para predecir comportamientos de consumo, optimizar opciones de compra, e incluso pueden ayudar a entidades del Gobierno en materia de detección de mentiras.
Para la industria retail es ideal pues en la medida que el estudio de gesticulaciones o patrones de voz avance, se podrán no solo estudiar las reacciones a la compra de un producto sino también predecir tendencias de consumo. Los datos son esenciales a la hora de la creación de una estrategia que mejore el rendimiento de las compañías.
Imagínese una tienda de ropa que cuente con un sistema lector de emociones al momento de probarse un traje, la IA mediante el algoritmo correcto detectará cuál es la mercancia con más demanda y cuál no tiene opción de compra. O quizá al llamar a un callcenter de servicio al cliente la IA reconozca cuáles son los inconvenientes que más afectan a los usuarios de un producto o servicio. O simplemente que al llegar a su casa, dotada de un sistema interactivo IoT de acciones automáticas, ésta le prepare una bebida dependiendo de su estado de ánimo.
Hoy en día el desarrollo de plataformas de inteligencia artificial tienden a buscar la forma de recolectar y analizar los gestos faciales, el tono de la voz e incluso la forma en que se escriben los mensajes, para facilitar el cumplimiento de los deseos de consumo de las personas.
Estámos a punto de entrar a una era del comercio predictivo y con ello será imperativa la creación de estrategias comerciales que hagan uso de datos, para satisfacer al cliente. Sectores como el financiero, el bancario, la industria de la moda y el retail, y hasta las mismas páginas de comercio electrónico, se valerán de IA para aumentar sus ganancias mediante la compresión del comportamiento humano y la integración de datos.
Pero esto no amenaza el factor humano interventor en estos procesos. La IA puede ser calificada como el invento más grande de la humanidad, según Stephen Hawking, pero muchos, incluído él, han llegado a pensar que un mal manejo puede representar un peligro para la misma humanidad. Por lo tanto es necesario que esta funcionalidad nunca deje de depender de los humanos, que cuente con sistemas de seguridad sólidos que además garanticen a las personas y a las compañías la protección de los datos contenidos y los resultados analíticos de los mismos.